Ejercicio y Obesidad
Datos de la OCDE colocan a México en segundo lugar
de los países con mayor índice de obesidad en su población con el 30%. Superado
únicamente por Estados Unidos de América con el 33.8%
Los países con menor índice de
obesidad son Japón y Corea con el 4%
La actividad física es un elemento básico para
controlar el peso,
tanto para conseguir la pérdida inicial como para el mantenimiento de la
pérdida de peso conseguida.
Pero debe ser un
elemento complementario a los cambios en el patrón alimentario.
Aunque el ejercicio
físico es muy eficaz, sin una alimentación saludable acompañante, aquél no
produce a largo plazo cambios sustanciales en el peso corporal.
Para tratar y
evitar el sobrepeso y la obesidad sólo con ejercicio, se necesitaría una
práctica muy intensa y duradera que sería muy difícil de cumplir en la mayoría
de los casos.
La falta de
ejercicio físico se asocia a un mayor riesgo de diabetes mellitus,
osteoporosis, depresión, sobrepeso y obesidad y enfermedades cardiovasculares.
Según la Encuesta Nacional de Salud de España, el 30% de los niños españoles de
entre 1-15 años ve la televisión más de 2 horas cada día, que se corresponde
con la falta de ejercicio físico y el aumento de obesidad entre los niños
españoles y en Mexico las cifras aumenta ya que en obesidad infantil tenemos el
terrible PRIMER LUGAR MUNDIAL
Sobre la obesidad,
la actividad física produce un gasto energético, es decir, quema calorías,
oponiéndose a la ingesta de calorías de la alimentación.
Pero el ejercicio físico tiene otros efectos
beneficiosos en la obesidad:
Reduce la pérdida
de músculo producida por la restricción energética de la dieta.
Evita la reducción
del metabolismo en reposo (y, por tanto, del gasto de energía) que se produce
cuando se realiza una restricción energética en la alimentación.
Activa el
metabolismo, el cuerpo gasta más en reposo, permitiendo estabilizar el peso. El
ejercicio evita el estar siempre bajo el control de una dieta y llevar una
alimentación variada y equilibrada.
Mejora el
sentimiento de bienestar y autoestima. Reduce la ansiedad y protege el
organismo frente el estrés, permitiendo controlar la compulsión por la comida o
el picotear.
Desciende la
frecuencia cardíaca y las cifras de tensión arterial.
Disminuye la
capacidad de la sangre de formar coágulos (trombos).
Reduce las cifras
de colesterol total, de colesterol "malo" (colesterol de las LDL) y
de triglicéridos.
Aumenta la cifra de
colesterol bueno (colesterol de las HDL).
En pacientes obesos
con diabetes mejora los controles del azúcar.
Es importante
remarcar que estos efectos del ejercicio son independientes de aspectos
genéticos así como de la edad o el sexo del individuo.
Además, el
ejercicio físico disminuye el estrés y la ansiedad del paciente y mejora su
sensación psicológica de bienestar, todo lo cual ayudará al abandono del
tabaco, facilitará la recuperación de los estados depresivos y ayudará al
mantenimiento de los cambios de estilo de vida iniciados.
Estos efectos se
consiguen cuando el ejercicio físico es agradable para la persona, de moderada
intensidad, diario y se mantiene en el tiempo.
En general, se debe
recomendar una actividad física que promueva un gasto energético diario de al
menos 300 kcal/día (andar 1 hora, correr 30 minutos, nadar 30 minutos,
bicicleta 30 minutos, bailar 30 minutos,…).
Lógicamente, la
actividad física debe individualizarse según las capacidades y circunstancias
de cada individuo proponiendo metas asequibles que no afecten a la autoestima
del paciente y aumentando gradualmente la intensidad. Algunos autores sugieren
que los pacientes con obesidades severas pueden presentar limitaciones
metabólicas a la práctica de ejercicio físico lo que, unido a complicaciones
como la osteoartritis o la insuficiencia venosa, pueden explicar que este grupo
de pacientes presenten una menor tolerancia al ejercicio físico.
El gran reto
es conseguir la adherencia a los programas de actividad física ya que el nivel
de abandonos se sitúa por encima del 50%. Para ello, es importante evaluar el
grado de actividad física habitual, conocer la disponibilidad del sujeto y
ofrecer propuestas específicas adecuadas a cada uno.
Preferiblemente se
deben elegir actividades compatibles con los quehaceres diarios de la persona y
de las que pueda disfrutar. Pero aunque la meta es al menos media hora de
actividad física, la mayoría de los días de la semana, incluso una práctica más
moderada se asocia con beneficios para la salud.
Las actividades a
recomendar incluyen la intensificación de las actividades físicas cotidianas
como son caminar, usar las escaleras, o dedicarse a labores de jardinería,
pasear al perro, etc.
Otra estrategia
consiste en la modificación de actividades en el ámbito laboral que implican
sedentarismo y que se pueden transformar en ejercicio, como pueden ser:
Ir al trabajo
caminando o caminar una parte del trayecto cotidiano que habitualmente se
efectúa en transporte público o privado.
Reducir el uso del
coche. Aparcar el coche a distancia del lugar deseado
Subir las escaleras
a pie (no utilizar ascensor o escaleras mecánicas).
Y, por último, se
trata de adquirir actividades para realizar en el tiempo libre de cada día: ir
en bicicleta, hacer bicicleta estática o cinta rodante en casa, bailar, nadar,
practicar golf, petanca, tenis de mesa, etc.
Es importante, para
llevar a cabo todo esto, reducir el tiempo dedicado a ver la televisión o jugar
a videojuegos.
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